Diapositiva1Este fin de semana me invitaron a un evento que, dejando de lado la extraordinaria organización, el nivel y la cantidad de los speakers y el cuidado que se puso en cada detalle, a mí lo que me deja (además de regalitos increíbles) es una patada en el culo justo como la que estaba necesitando.

Nada de lo que me dijeron es nuevo. Incluso, la gran mayoría, son conceptos de los que yo también hablo continuamente.

Pero sucede que la vida de pronto te va ahorcando con sus prisas, sus retos, sus cien mil cosas que tienes que pagar que te quitan el sueño y, sin darte cuenta, vas olvidando lo que realmente importa. Si además, como yo, estrenas chamba el día que tus hijos salen dos meses (completos) de vacaciones y al mismo tiempo te quedas sin asistencia doméstica, no les quiero contar (porque seguro ya lo saben), lo “increíble” que se pone la malabareada y el humor que he traído.

Salirme de mi zonita de confort ayer y abrir mis orejitas me reseteó y me recordó que en realidad el problema nos lo hacemos nosotros solitos al pretender ser “súper mamá y papá“.

¡Estamos enfocándonos en las cosas que valen madre!

Queremos que estén en “las mejores escuelas” (que, perdón, pero: ¿cuáles son esas?, ¿las más caras?, ¿las más bonitas?, ¿las que “hacen relaciones buenísimas para toda la vida”?, ¿la internacional?, ¿la de la esquina de tu casa?. ¿la incluyente?, ¿la religiosa? ¿cuál?…y ¿según quién?). Que tengan una vida social (abrumadora y ridícula), que “no se dejen“, que “no sean los únicos que no tienen X o Y porque pobres“. Que vayan a clases de todo para que sepan: defenderse, relajarse, hablar inglés, dominar las matemáticas, nadar, estar en una liga de fut, en un club de jazz, en clases de costura, en el catecismo, en talleres y por supuesto que al final del día vayan a terapia para que sepan manejar sus emociones. No importa que coman en el coche, ni que sus niveles de estrés estén a tope: el chiste es que estén bien “preparados para la vida”.

Y tampoco importa que el costo de eso sea altísimo —obvio en cuestión de lana— pero sobre todo para nosotros, que nos gastamos la vida siendo el chofer, histéricos, cansados, gritando que se pongan el uniforme en chinga en lo que se comen su sándwich en el coche o mandándolos con choferes tranquilamente porque el niño “está feliz en sus ocupaciones”, viendo su pantalla entre un trayecto y otro con una persona que, por más de confianza que sea… es un desconocido.

Total, que somos mamás/papás “muy al pendiente de nuestros hijos, porque todo el tiempo estamos en contacto por WA” y, sin embargo, el índice de depresión, suicidio, miedo y ansiedad en los niños, adolescentes y jóvenes, es el más alto de la historia de la humanidad

¿Qué estamos haciendo mal Mamá, Papá?

…todo

Se nos olvidó que lo más importante era formarles el alma.

Nos enfocamos (y les enseñamos a enfocarse), no en lo que tienen, sino lo que les hace falta. Siempre más, de lo que sea, e inmediatamente, eso de enseñarles a esperar ya no se usa ¿Dónde quedó la parte de practicar la tolerancia a la frustración que les permitirá ser adultos contenidos y resilientes?

Creemos que se pueden “traumar” si son los “únicos” sin ESO tan importante que “si fuera por ti no lo harías pero es que pooobre…” aunque eso implique darte un balazo en el pie.

No les damos responsabilidades en casa porque “están chiquitos” (pero saben prender y buscar absolutamente cualquier cosa en una pantalla) o porque “se nos hace tarde”;los dejamos ir a planes nefastos en muchos sentidos “porque no lo puedo dejar fuera” y ni hablar de que algo les cueste tantito trabajo, como que él le hable a su amigo para invitarlo porque “más rápido yo le mando un WA a la mamá“; dejarlos resolver una situación o cuestionarse qué podrían hacer ante cualquier cosa. O aprender, esa habilidad tan indispensable en la vida que es saber pedir ayuda si la necesitas… ¡vaya, ni si quiera los dejamos tener el problema!

Creemos que nuestro trabajo es ahorrarles todo, hacer todo por ellos, que no sufran, que no se desesperen, que no se enojen, que se sientan los campeones y las princesas del mundo y pensamos que con mandarlos a terapia ya palomeamos lo de la parte emocional.

Sí. Solo que les tengo una noticia: estamos creando unos monstruos que se creen dueños del mundo y con derecho a todo, solo, por existir. Niños desconectados, inútiles, prepotentes, egoístas… huecos.

Y la pregunta es: ¿qué tipo de adulto crees que ese niño va a ser?

¿De verdad piensas que un día se va a levantar y mágicamente va a ser responsable, empático, con causa y preocupado por el país en el que vive? ¡Por dios! La gran mayoría de la elite mexicana conoce todos los rincones del mundo (¡y qué increíble! no tengo nada en contra de eso), pero jamás han viajado por México, van a playas en hoteles de lujo, pero no se asoman a sus caminos, sus pueblitos, sus paisajes, su gente, su pobreza, su espectacular riqueza: su realidad. Y por lo tanto, esos niños no pueden entender lo privilegiados que son. No tienen punto de comparación, creen que la vida es así, fácil, en barcos espectaculares y comprando bolsas que valen lo mismo que el ingreso trimestral de algunas familias y que el único verdadero problema es no tener wifi disponible.

No hay manera de que México mejore si tenemos a nuestros hijos en una burbuja y, además, los hacemos unos tiranos.

Lo que necesitamos hacer es formar personas que crezcan sabiendo que ellos son agentes de cambio. Que somos la clase privilegiada y que eso implica una gran responsabilidad.

Que pueden lograr cualquier cosa que se propongan si trabajan duro. Que las causas, como bien dijo Claudio X. González, llevan tiempo y cuestan MUCHO trabajo. Hay que formar personas resilientes que se engrandezcan ante la adversidad. Dejarlos tener problemas y resolverlos. Enseñarles a S-E-R-V-I-R (en toda la extensión de la palabra), a actuar, a resolver, a reflexionar, a buscar soluciones y a ser conscientes de las consecuencias de cada cosa que hacen y que dicen. A aportar.

A saber, que la única manera de aprender es equivocándose. Haciendo.

A ser fuertes, pero fuertes emocionalmente, que sepan que las cosas muchas veces —la mayoría— no salen como lo planeado, pero que siempre hay otro camino. A que sepan identificar, aceptar y expresar sus sentimientos y más importante: a validar los de los demás. A saber que no se puede tener todo, ni está bien hacer cosas solo porque puedes. Enséñales a ser humildes y eso se hace aprendiendo a disculparse; que valen lo mismo que CUALQUIER persona en el mundo y que no, no son campeones, ni princesas. Son ellos, y que así, tal cual como son, sus papás y mamás los aman profunda e incondicionalmente.

Estamos educando a TENER más y no a HACER más. Ese es el problema.

Inspíralos. Motívalos. Empújalos. Aplaude sus logros, pero de una manera que realmente construya su autoestima, no poniéndoles etiquetas que no sirven para nada. Déjalos perder y fracasar para que aprendan a triunfar.

Enséñales a distinguir lo que está bien de lo que está mal sin importar quién te esté viendo. A respetar.

Déjales ver la suerte que tienen. Ayúdales a encontrar una causa.

¡Permíteles aburrise y sentir! Eso hace los hará creativos y sensibles.

No les permitas decidir todo, hay cosas que simplemente no les corresponde a ellos elegir y recuérdales que en la vida, siempre, hay jerarquías: el respeto a la autoridad y a las instituciones es indispensable para que una sociedad funcione correctamente. Si tú vas y te cagoteas al profesor que lo reprobó porque que su trabajo no fue satisfactorio, o demandas a la escuela porque no pasó de año ¿qué-esperas-que-tu-hijo-haga?

Children see children do. No lo olvides.

Déjalos tener un problema, un proyecto, un plan. Apoya, orienta, ayuda, pero no resuelvas todo.

Déjalos construir y sumar. Que ayuden en casa, aunque tengas ayuda. Dales responsabilidades: no alimentes a sus mascotas, no les hagas la tarea, no les organices los planes, no recojas sus juguetes, ni interfieras en sus conflictos personales, ni hagas que pase de año con trampas o hables con sus profesores cuando él ya es capaz de hacerlo.

D-é-j-a-l-o-s.

Enséñales a participar en tu hogar para que un día participen en tu país. Y, de pasada hazlo tú también, ten una causa, la que quieras, hay muchas. Haz algo por mejorar tu entorno.

El trabajo de educar no es responsabilidad de las escuelas, es nuestro.

Como dijo ayer la extraordinaria Julia Borbolla: “Piensa primero en construir las fortalezas de tus hijos, antes que en proteger su comodidad y sus miedos”

¡Ponles “dificultades” en el camino! ¡Di NO más seguido! ¡No te dejes manipular!

Sobreproteger es hacer cualquier cosa que el niño puede hacer solo, cualquiera. Y crecer niños sobre protegidos nos dará adultos berrinchudos, incompetentes, irresponsables y sin ningún sentido de consciencia social. No hagas nada por ellos que ellos pueden hacer. No importa cuántos años tienen. No les ahorres los malos ratos. Tu trabajo es ser paciente y permitirles aprender, aunque tengas prisa. Si se tarda horas en amarrarse los zapatos y vas a llegar tarde a la escuela: levántate más temprano y si no los dejan entrar porque se les hizo tarde, o reprueba por echar la hueva todo el año, so be it. Te aseguro que nunca le volverá a suceder.

Permíteles armar su plan, cambiar el papel de baño, elegir su ropa (sí, aunque este perfectamente mal combinada ¡qué importa!), conseguir la tarea, pedir un permiso y ASUMIR LAS CONSECUENCIAS DE SUS ACTOS.

Lograr algo, cualquier cosa: hacer agua de limón, organizar un cajón o una actividad, recoger su desmadre después de jugar, vestirse, encontrar el camino de regreso a su casa o ahorrar para los zapatos que “tiene que tener” (y que puedes o no comprarles), los va a empoderar y a fortalecer su autoestima muchísimo más que cualquier clase, taller o cosa que le puedas dar.

No hay manera de aprender a valorar si no sabes lo que cuesta hacer. Dales tiempo para aprender o vas a pasarte el resto de la vida haciendo las cosas por ellos y encima te van a pendejear porque no fue como ellos querían.

Bajémosle cien rayitas a eso de ser “súper mamás/papás” y tener “súper hijos”.

Lo realmente indispensable es formar un vínculo. Conocerlos, saber qué sienten, qué piensan, qué les da miedo, qué les da ilusión: conectarnos. Que nos conozcan a nosotros, que sepan que nos equivocamos, que somos imperfectos que nosotros también aprendemos de ellos… Pasar tiempo juntos, jugar, platicar, escuchar. Hacer actividades en las que ellos puedan estar a cargo de algo y aprender de nosotros: la comida, la limpieza, lavar un coche, regar el jardín, ir al súper, lavar un plato, bañar un perro, hacer un archivo en Excel o pedir, ellos, su comida en el restaurant.

No cosas, no clases, no planes, no viajes: NOSOTROS. Pero nosotros centrados, ubicados, dispuestos a poner límites, a aventarnos los tiros necesarios para ubicarlos, para contenerlos y protegerlos de situaciones negativas, para hacer de ellos agentes de cambio que este país tanto necesita.

Sentirse vistos, amados y aceptados por nosotros: es lo único de lo que realmente necesitan siempre más y que nunca debemos de escatimar.

Como dice Sissi Cancino, en su tan chingón evento y causa: “Formar para transformar”.

Nosotros, MODERS y FADERS, tenemos en nuestras manos el futuro del mundo y el miedo, no es una opción.

Es hora de hacer las cosas diferentes.

(Por cierto, el evento se llama MODERS y los invito a que no se pierdan el siguiente)

Valeria Stoopen Barois

L´amargeitor

 

*Este post fue previamente publicado por el HuffPost México

12 Comments »

    • ¡Gracias Fernando! Que fregón , como dices, que te inspiren mis neurosis … me da esperanza saber que muchos estamos igual y pensamos más o menos lo mismo, ojalá que eso contribuya en algo a que este país tan absolutamente jodido mejore un poquito 🙂

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  1. Hola amargeitor! Padrísimo tu blog, te leo cada vez que puedo. Pienso y soy increíblemente igual de “amargaitor” que tú. Te leo y me identifico… Conozco a tus papás porque se conocen con los míos, médicos también, pilares de un nivel socioeconómico y situación intelectual similares…. Lo que me preocupa es que sea por éstas similitudes que nos demos cuenta de éstas situaciones y hacemos conciencia y queremos cambiarlas y ser moders y faders presentes y que vemos a nuestros hijos…pero….será que todos caemos en éste análisis o será que muchos ahora que tienen, simplemente se dedican a alimentar sus propias carencias sin analizar éstas situaciones, ni aceptarlas, ni tratar de cambiarlas, ni estar, ni ver…..?

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    • Hola Paulina….pues no lo sé. Lo que sí sé es que por lo menos, habemos algunos que sí lo hacemos y que estamos poniendo nuestro granito de arena y eso me da esperanza. Muchas gracias por leer y ¡saludos a tus papás! 🙂

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  2. Wow. Estoy tan de acuerdo contigo…. yo soy maestra de preescolar en un.colegio de esos bien.«nice» y toooodo eso que platicas lo veo y vivo día a.día. Procuro ser guía y consejera de esos papás y de mis chicos, aveces logro algo, muchas otras me mandan por un tubo, sin embargo sigo adelante. Muchas gracias por refrescarme la mente y darme cuenta que hacemos muchas personas preocupadas y comprometidas con el cambio.

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  3. Valeria, me fascinó leerte, estoy total y absolutamente de acuerdo con lo que señalas y me veo reflejada mucho en algunas de estas conductas pero ahora justo estoy en el camino para superarlas, al ser consciente de que dañan terriblemente a nuestros hijos, familias y sociedad.
    ¿Como puedo obtener información sobre el próximo evento Moders? Me interesa mucho asistir.

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    • ¡Gracias Erika! Hay varios del estilo en lamargeitor.com y también puede seguir a L’amargeitor en Facebook.
      En cuánto a Moders puedes seguir su página también en FB en dónde probablemente estarán informando de sus siguientes eventos. Felicidades por tu trabajo de mamá consciente:)

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  4. Que fregon todo lo que dices y que cierto, no se tu mami pero mi generacion, bueno hablo pir mi! Hice tantas cosas con mi hija tantas como las que enumeras, pero nunca me agobie y las hacia feliz de la vida, y me alcanzaba el tiempo para todo,
    Para mi.. Mis propias actividades, esposo, amigas, rtc

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  5. Muy buen artículo Valeria.
    Gracias por la patada en el culete y ayudarme(nos) a aterrizar que somos padres y no amigos de nuestros hijos.
    Gracias por conectar.
    Rafael

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