Diapositiva1Que estamos de rodillas y a merced de los dispositivos electrónicos, y que ser mamás y papás en la era digital le sube varios grados de dificultad a la, ya de por sí complicada, tarea de formar personas no es noticia para nadie.

Sin embargo, hasta el día de ayer tampoco teníamos datos duros y reales del impacto de estos aparatitos en México. Hoy, y gracias a la USC Annenberg (si no la mejor, una de las mejores universidades en comunicación y periodismo) y a mis muy admirados amigos de Common Sense Media —para mi gusto la mejor plataforma que existe para guiarnos a nosotros papás a tomar mejores decisiones sobre cualquiera de los contenidos que ponemos al alcance de nuestros hijos—  hoy tengo en mis manos (y ustedes también, si acceden a la esta liga)  los resultados de su estudio “La nueva realidad: padres, adolescentes y dispositivos móviles en México”, un trabajo impresionante realizado previamente en Estados Unidos, Japón, el Reino Unido y ahora, en México.

El reporte está lleno de datos escalofriantes, interesantísimos y, en algunas cosas, nada sorpresivos… por lo menos, tanto adolescentes, como papás, estamos de acuerdo en algo: somos -todos- cada vez más adictos a nuestros aparatitos y andamos  -todos- muy distraídos con nuestras pantallitas.

Lo que sí es novedad es despertar a datos como los siguientes:

  • 34% de los papás y 35% de los hijos están interrumpiendo sus horas de sueño para atender las notificaciones de su celular. (¡¿JUAT?!)
  • 30% de las familias pelean diariamente por los dispositivos y el otro 70% lo hace, al menos, una vez por semana.
  • Dos de cada tres adolescentes, y el 71% de sus papás, dicen pasar la mayor parte de su tiempo en línea. (Repito: la-mayor-parte-de-su-tiempo….¡plop!)
  • 32% de los adolescentes revisan su celular en los primeros 5 minutos después de levantarse, el porcentaje restante lo hace en la primera media hora y nosotros, sus papás, no nos quedamos atrás: 24% en los primeros 5 minutos y 57% durante la primera media hora después de despertar. (Tal vez por eso estamos todos llegando tarde a la escuela y no “porque había mucho tráfico”.)
  • 53% de los adolescentes y 43% de los papás “necesitamos” responder cualquier mensaje recibido de manera inmediata. (Y que 6 de 10 personas sienten altos niveles de angustia por no hacerlo.)

Échense ese trompo a la uña…

Somos la primera generación de papás criando hijos en la era digital. Nuestros hijos son los primeros nativos digitales y eso, como todos los cambios en el mundo, implica un período de adaptación y toma un tiempo para acomodarse.

El cuento ese de que “es que en mis tiempos le hacíamos así o asá” ya caducó. Los chavos de hoy, efectivamente, pierden mucho tiempo en sus pantallas, pero también es cierto, y se comprueba en el reporte, que adquieren habilidades tecnológicas, están mejor informados sobre eventos actuales, participan activamente en la sociedad pudiendo convertirse en agentes de cambio -y si no me creen, pregúntenle a @gretathunberg– estudian, se preparan para la escuela y el futuro, disfrutan de sus pasatiempos e intereses, cultivan sus relaciones, son creativos, se expresan y desarrollan habilidades sociales, emocionales y familiares a través del internet y de las redes sociales.

Necesitamos comprender que su mundo es otro, y es com-ple-ta-men-te diferente al nuestro. Sí, es primordial llamarlos continuamente al mundo real y “obligarlos” a establecer vínculos personales y a tener tiempos libres de pantalla; sin embargo, es igualmente importante que aprendamos a conectarnos con ellos, hablar su idioma y dejar de luchar por regresar a una era que ya se fue. Nuestros hijos se comunican y conectan con el mundo de una manera que tal vez no entendemos, pero no necesariamente hay que condenar.

Ojo, de ninguna manera quiero decir que todos nos tiremos a la pantalla y que chingue a su madre todo lo demás, ¡no!

Lo que quiero decir es que lo que necesitamos hacer es aprender, educarnos, educarlos y  usar la tecnología a nuestro favor con conciencia, lo que Manuel Guerrero, Director de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, llama, la “alfabetización mediática”: aprender a utilizar los medios de manera crítica y responsable y guiar a nuestros hijos para que logren hacerlo solos.

Todo eso a la par de la chamba básica y ancestral de educar chamacos: conteniendo, limitando, enseñando a respetar, ayudándolos a encontrar maneras de servir, de encontrar su voz y de aportar al mundo.

No podemos dejar que el internet se los trague por completo, nuestra tarea es jalarles los pies al mundo real ¡todos los días! Que sepan conectarse en persona, dejarlos tener la edad que tienen, ayudarlos a encontrar su pasión, su misión y algo que los haga felices más allá de ser youtubers o influencers y pretender ser millonarios haciendo pendejadas.

Enseñarles muy bien la diferencia entre lo público y lo privado y que ¡todos! conozcamos los riesgos y el daño que puedes hacerle a alguien desde la comodidad de tu pantalla (literalmente).

Necesitamos prepararnos para el tamaño de las circunstancias y tomar al toro por los cuernos con conocimiento de causa ¡ya!

Y obvio, para eso… como siempre, necesitamos empezar por nosotros.

¿Qué estamos haciendo nosotros papás y mamás?

¿Cuántas horas al día están pegados sin producir y están, simplemente, pendejeando? ¿Cuántos y qué tan infernales son sus chats? ¿Cuánto interrumpe el celular su vida familiar? ¿Quién va al restaurant y no saca la cabeza de su pantalla? ¿Cuántas vidas paralelas tienen ahí metidas que los tienen completamente distraídos? ¿Qué tanto son capaces de llegar a su casa y desconectarse de la chamba y realmente descansar? ¿Qué tan seguido pueden dejar su cel abandonado en un lugar de su casa por horas, o días, y usar su tiempo en cualquier otra cosa? ¿Quién se aburre si no está viendo su pantalla? ¿Cuántos pleitos han presenciado en los chats mamás que han trascendido a los hijos y a cuántos niños o mamás han crucificado en esos grupos?

Me parece que los primeros que estamos traicionando el “en mis tiempos no hacíamos eso” somos nosotros, haciendo todo lo contrario a lo que hacíamos, siendo los más enganchados a la tecnología, según los datos, incluso más que nuestros chavos.

Estamos, cada vez más, ausentes de nuestras familias, de nuestras parejas, nuestras reuniones sociales, nuestros momentos de descanso y nuestro trabajo. La pantalla nos succiona el cerebro y la voluntad. El daño emocional que eso genera en nuestras personas queridas es un hecho comprobado.

¿Qué podemos hacer?

Se me ocurren varias cosas, la primera, comprender que es IMPOSIBLE pretender que las cosas sean como eran. Hagan las paces con eso y déjenlo ir. Para el futuro, propongo que asumamos el hecho de que la tecnología llegó para quedarse y que pongamos nuestros esfuerzos en asegurar que ciertas cosas sigan sucediendo, aunque sucedan de manera distinta.

Les propongo:

  • Informarse y seguirse educando, las cosas van muy rápido y hay que seguirles el paso.
  • Informar a nuestros hijos de los riesgos, las reglas y las consecuencias del mal uso.
  • Abrir conversaciones y dialogar de manera continua con ellos y aprovechar la oportunidad para conectarnos y aprender de su mundo para no quedarnos rezagados.
  • Abrir nuestra mente, si todas nuestras reacciones a su vida son de escándalo o de desacreditación, va a ser mucho más difícil que quieran acercarse a nosotros. Relax.
  • Insistir continuamente que la identidad personal y social no se definen a través de las redes sociales -y recordarlo nosotros que andamos muy malitos de eso.
  • Supervisar los contenidos a los que sus hijos acceden. Y sí, también sus dispositivos, porque mientras son menores de edad, ese teléfono es ¡nuestro! y nuestra la responsabilidad de saber qué sucede en él y para qué se está utilizando. No es necesario hacerlos sentir invadidos y que vean como fisgoneamos, pero sí que sepan que podemos hacerlo en cualquier momento y que infringir las reglas hará que pierdan su derecho a usarlo.
  • Tener espacios libres de pantallas: la mesa, el coche, las actividades familiares y que usemos esos esos espacios para platicar, jugar, pensar, pelear o aburrirse, pero en familia y estando presentes.
  • Tener una hora fija para apagar pantallas cada noche dependiendo de la edad y las necesidades y sacar las pantallas de los cuartos… todas las pantallas, todas las personas.
  • Comprarse un despertador y un reloj y usarlo en lugar del celular. Basta de excusas.
  • Regular los tiempos, los suyos y los nuestros.
  • Insistir, todos los días, en la importancia de pasar más tiempo en el mundo real que en el virtual.

Lo más importante, hay que recordar que seguimos siendo los adultos responsables a cargo de nuestros hijos, que necesitamos integrar la tecnología y aprovecharla sí, y también contener y administrar, pero sobretodo, soltar nuestra pantalla para que ellos aprendan a soltar la suya y pasemos, todos, más tiempo en el mundo real que en el virtual.

Esta es, nuestra nueva realidad.

Enfrentémosla.

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