Cosas que me preguntan…
Desde que me separé, y hablo abiertamente de ello, se me acercan mujeres, muchas mujeres, preguntándome dos cosas de forma recurrente: ¿Cómo sabes cuando ya no es ahí? ¿Cómo le haces para […]
Un blog de risas garantizadas y uno que otro verdadazo…
Desde que me separé, y hablo abiertamente de ello, se me acercan mujeres, muchas mujeres, preguntándome dos cosas de forma recurrente: ¿Cómo sabes cuando ya no es ahí? ¿Cómo le haces para […]
Desde que me separé, y hablo abiertamente de ello, se me acercan mujeres, muchas mujeres, preguntándome dos cosas de forma recurrente: ¿Cómo sabes cuando ya no es ahí? ¿Cómo le haces para sobrevivir si decides terminar?
Mi respuesta inmediata, siempre, ante las dos preguntas es: no sé…
Como sucede casi siempre ante las grandes tragedias, disyuntivas, o cuestionamientos de la vida emocional, la parte racional no opera normalmente. Porque una cosa es la teoría y otra muy, pero muy distinta, la práctica.
Dar pasos adelante da mucho miedo, especialmente cuando implican tirarse a precipicios llenos de incertidumbre, miedos, prejuicios e ideas preestablecidas. Romper tu proyecto de vida no es fácil, especialmente cuando le has dedicado años de trabajo y de amor, y cuando le apostaste todas tus canicas.
Cuando tienes hijos y no hay manera de que no salgan lastimados. Cuando el qué dirán, la real academia de la sociedad de las familias y el mundo en general se van a enterar, a opinar, a juzgar, a tomar partido. Cuando, si eres mujer y no eres independiente económicamente, no tienes idea cómo podrás salir adelante. Y cuando, en muchísimos de los casos, antes de estar bien, vas a estar muy mal sin hablar de que, probablemente, separarte va a implicar pelear, en mayor o menor medida, y estar muy incómodo un muy buen rato. Y, lo más horripilante de todo: saber que te vas, a quedar, sol@.
Esto, entre muchas, muchísimas cosas más son probablemente las razones por las que tantas, tantas tantíiiisimas personas deciden quedarse mejor en donde están.
Créanme que las entiendo perfectamente porque yo también fui esa persona.
Lo que sucede es que la vida… sucede. Y después de mandarte varias señales un buen día te obliga a decidir.
Pero el punto aquí no es cómo pasan las cosas. Ni lo culera que puede ser la vida. Ni a quién le pasó qué. Ni cómo. El punto es cuántas de ustedes me han preguntado. Cuántas no están contentas con su vida. Cuántas historias de terror detrás de fachadas “ideales y perfectas” de familias estándar como “deben de ser”. Cuánta gente aferrada a relaciones absolutamente disfuncionales, violentas, o infelices porque los hijos, porque qué miedo, porque “estamos echándole ganas”, “tratando” “en una mala racha” (ajá, de demasiados años).
A ver… que quede clarísimo que yo soy y seré siempre team, vivir en pareja, trabajar en ella y apostarle al proyecto familiar. No recomiendo en lo absoluto la experiencia de separarse, es un evento absolutamente traumático para todas las partes involucradas que duele hasta las entrañas y te deja sin poder respirar un buen rato.
Pero, y esto lo digo ya que puedo respirar de nuevo, quedarte en una relación solo por no irte, es estar muerto en vida y pues… lo de que la vida es muy corta, es cierto. Lo más escalofriante de todo es que no te das cuenta de que estás muerto en vida… hasta que empiezas a resucitar y que puedes, literalmente, pasarte la vida entera estando muerto. En vida. Estando muerto, sin enterarte, como la historia de la rana en la cacerola caliente.
Por eso, cuando la pregunta recurrente del momento surge, les contesto dos cosas, después del automático y genuino “no sé”:
(DISCLAIMER: que quede bieeeen claro que estas herramientas son solo MIS herramientas -las que hicieron que YO no me ahogara- no un manual obligatorio para nadie. Se las comparto bajo su propio riesgo)
1.- Cuando uno lleva cuestionándose un rato si “ahí es”… probablemente, ahí no sea.
O al revés, cuando sabes que estás en el lugar correcto, la pregunta simplemente no se presenta. Sabes que es ahí, incluso si a veces la pasas mal, no concibes la vida sin ese o esa. Pero cuando tienes dudas… probablemente… tienes una primera señal que es importante escuchar.
2.- No creo que nunca sea fácil terminar. Pero cuando hay hijos. Temas económicos. Logísticos. Miedo. Violencia. Codependencia… esta decisión hay que tomarla con la cabeza y preparar el terreno (si tu vida no corre peligro, porque en ese caso evidentemente, la estrategia es claramente otra), así que: prepara el camino.
Yo no preparé nada intencionalmente pero hoy me doy cuenta de que este tiempo post separación fue “menos” (y lo digo con un billón de comillas) complicado porque ya tenía la base de lo que me salvó la vida y que, si tú no la tienes y estás considerando tomar una decisión como esta, te sugiero enormemente empezar a armar, o consolidar:
Esto, señoras es lo más importante a atender (y de pasada grabárselo en el tuétano a nuestras hijas como principal seguro de vida) pónganse a ganar dinero. Sin importar su estado civil. Uno NUNCA sabe qué puede pasar (y si no pasa nada, y todo sale bien, es delicioso poder pagar algo solo porque te da la gana sin tener que explicarle a nadie nada, además de que las relaciones en donde ambas partes facturan tienen otro nivel de conexión). Los mejores maridos también se quedan sin chamba, quiebran, se mueren… insisto , la vida sucede y necesitamos estar preparadas. Háganlo.
Y no, insisto, separarse no es fácil. Es lo más doloroso. Triste. Infernal. Difícil que he hecho en mi vida (¡y miren que parir dos hijos psicoprofilácticos y dejar de fumar mi cajetilla diaria después de 15 años o despedirme de mi papá me costó, no uno, sino muchos huevos!) pero quedarse para no tener que pasar por el infierno, incluso si es algo que entiendo perfectamente quieras hacer pensando que “a peores cosas se acostumbra uno”, es traicionarte a ti mismo y enseñarles a tus hijos que eso está bien.
Si estás leyendo esto y estás en ese horrible lugar, haz todo lo posible para salvarlo y reparar, creo absolutamente que cuando las dos personas están totalmente comprometidas, es totalmente posible.
Una de las personas que me preguntó estas cosas me hizo una pregunta final: ¿A qué sabe tu nueva felicidad?
No le contesté.
¿Juat?
¡No estoy, ni remotamente, feliz! Estoy sobreviviendo un día a la vez lo mejor que puedo. Usando los recursos que les enlisté, y buscando nuevos todo el tiempo. A veces me sale, a veces no puedo.
Se llora, y se llora un chingo, no por soltar lo que fue… sino por lo que querías que fuera y el futuro que siempre se veía prometedor una vez que pasara esa otra crisis. ¡Claro que no me siento feliz si mi proyecto de vida se rompió y tengo que reinventarme a los 51 años ¿de qué habla esa persona?!
No, todavía no estoy feliz, pero creo … que empiezo a estar en paz.
Y eso, es algo que hace mucho, muchiiiiisimo tiempo, no había podido decir.
L ´amargeitor
Esta columna fue previamente publicada en Cuestione https://cuestione.com/opinion/cosas-que-me-preguntan-divorcio-separacion-familia-lamargeitor/