Diapositiva1Una vez le pregunté a una muy querida amiga cómo le había hecho para seguir adelante después de la muerte de su hijo. Habían pasado 10 años y estábamos cenando en París. Su respuesta me ha acompañado desde entonces y me sigue impresionando tanto como cuando me dijo: “Porque lo más cabrón de todo, es que no te mueres…

En momentos como el de México hoy, y ante una adversidad del tamaño de la tragedia que estamos viviendo, sus palabras resuenan en mis oídos. Se traducen de muchas maneras, pero se resumen, en una palabra, mi favorita:

 R-E-S-I-L-I-E-N-C-I-A

¡Cuántas cosas hemos aprendido estas últimas semanas, cuánto miedo hemos sentido y cuánta fuerza hemos visto que podemos tener! Me parece que como país aprendimos en 40 segundos que nuestro input, de cualquier manera que lo demos es, no solo necesario, sino fundamental. Pareciera como que ¡por fin! los apáticos sacaron la cabeza de sus pantallas y despertaron, los que tenían la esperanza perdida se arrojaron a mover escombros para encontrar vida y los que nunca hacen nada, hicieron.

Todos hicimos algo, ¿se dieron cuenta?

Los que comparten conmigo el vicio de escribir nos regalaron increíbles relatos que me sacaron, cada vez, lagrimitas: dijeron. Los demás organizaron, reportearon, juntaron, cargaron, llevaron, sacaron, alimentaron, consolaron, contuvieron, estuvieron, siguieron, limpiaron, convocaron, sanaron, recuperaron, denunciaron, movilizaron, lloraron, se apanicaron, calmaron, lideraron, salvaron… sobrevivieron.

Algunos, sin embargo, se fueron y quedaron como testigos de que la vida es así, impredecible, efímera, frágil y que hay que aprovechar cada instante. A todos ellos gracias, por recordarnos lo increíblemente afortunados que somos de vivir, de gozar, de estar. A sus familias un abrazo sincero desde el fondo de mi corazón. Su dolor es nuestro dolor y nunca lo olvidaremos.

Muchos más perdieron sus casas, sus cosas, sus camas, ¿te imaginas?

Creo que nos imaginamos tan bien que por eso la ayuda ha sido desbordada.

Resulta que todavía, en alguna parte, somos un pueblo empático y solidario.

Para ellos el camino es más largo, no los olvidemos. Busquemos causas específicas y maneras de seguir apoyando conforme pasen los meses. Por favor no piensen que haber comprado y llevado al centro de acopio nos da permiso de lavarnos las manos.

Sigamos haciendo cosas por ellos y preguntando, ¿qué hace falta?

Hagamos de esa pregunta un hábito para que este país llegue a dónde queremos porque hacen falta un chingo de cosas: hacen falta líderes, hacen falta héroes, hacen falta recursos, hace falta gente que sepa manejarlos, hace falta votar inteligentemente y participar en nuestras colonias, hace falta mandar camiones de ayuda a las comunidades marginadas cada mes (no solo cuando sucede una tragedia), hace falta compartir, hace falta trabajar, hace falta dejar de pensar en todas las razones por las que no y hacerlo porque sí, hace falta ser valientes, hace falta ser fuertes, hace falta saber que no estamos solos: ¡somos un chingo! hace falta encausar los esfuerzos y no comprar latas de atún a lo pendejo, hace falta seguir involucrando a nuestros hijos en actividades que no sean para su propio beneficio, hace falta saber que tenemos demasiadas cosas que no hacen falta, hace falta comunicarnos mejor, hace falta tener esperanza, hace falta saber que no todo es un complot, que somos humanos y que todos podemos equivocarnos, hace falta denunciar y castigar para que nunca sucedan tragedias que pudieron evitarse, hacen falta mejores leyes y personas que se encarguen de que se cumplan, hace falta respetar las leyes, hace falta dejar de hacer trampas y aceptar nuestras responsabilidades, hace falta saber que somos vulnerables, hace falta prepararnos, hace falta tomar en serio los pinches simulacros, hace falta saber que en nuestras manos está ser el país que todos queremos. Hace falta salirnos de nuestra pinche zonita de confort y dejar de vivir en una burbuja. Hace falta ser resilientes y adaptarnos a lo que la vida nos va mandando. Hace falta participar. Siempre.

Y también hace falta seguir adelante, retomar, seguir viviendo. Saber que la adversidad nos hace más fuertes y que nuestro país necesita que sigamos caminando, trabajando.

Me parece que el siguiente paso es levantarnos y poner un pie adelante del otro, sabiendo que este hueco que tenemos hoy en el estómago va a ir menguando, que vamos a estar bien, que necesitamos confiar y sobreponernos a nuestros miedos y —sobre todo— que nada, nunca, está bajo nuestro control.

Necesitamos transmitirle esto a nuestros hijos, llenarlos de confianza y de fuerza para que aprendan a sobreponerse a cualquier cosa que la vida les presente. Saber que sí, estuvo MUY CABRÓN y que la vida puede dar mucho miedo por momentos, pero que mientras sigamos aquí hay que seguirse moviéndo y haciendo lo que haya que hacer.

Eso es lo que hoy necesitamos todos hacer. Caminar y empezar a ver hacia adelante.

Regresen a sus comunidades, a sus escuelas, a sus trabajos, a los restaurantes, a sus planes y sus viajes (¡en México! ¡es una gran manera de ayudar!) tengamos en el corazón para siempre, estos días que tanto nos enseñaron  como ejemplo y recordatorio de lo que realmente somos.

Prepárense, prepárenlos, hagan sus planes de protección familiar ante cualquier situación, chequen siempre las salidas de emergencia y rutas de evacuación. Sepan qué hacer y enséñenles a ellos.

Platiquen, validen, contengan, abracen, respiren y luego… suelten.

Porque como me dijo mi amiga ese día: lo peor de todo (y en nuestro caso ¡lo mejor!) es que la vida sigue y necesitamos reconstruirnos —nunca mejor dicho— adaptarnos, apretarnos los calzones y seguir avanzando.

Como decía Sir Winston Churchill: “The only way out, is through”.

Y eso es lo que hoy necesitamos todos hacer. Caminar y empezar a ver hacia adelante.

¡Vamos!

#FuerzaMéxico

Valeria Stoopen Barois

L´amargeitor

 

Este post fue previamente publicado por el Huffington Post México

 

 

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