Diapositiva1Estamos a nada de que se termine el año y lo único que yo puedo pensar cuando veo para atrás y hago un resumen es:

¿Qué.Chingados.Fue.Eso?

No sé el de ustedes, pero el mío, estuvo excepcionalmente cabrón.

(*Inhala profundamente y suelta).

No mamen como se movió.

Este año me mandó de regalito un desempleo sorpresa para el Sponsor y un diagnóstico de salud bastante serio, dos hijos estrenándose en la adolescencia, la crisis de los 40 en sus últimos coletazos, 18 años de matrimonio cayéndome encima como balde de agua fría, lo de asumir que mis queridos están haciéndose viejitos y noticias como que tus amigas tienen cáncer, cirugías peligrosas y problemas tremendos con sus hijos.

Acompañar a otros en sus divorcios y sus duelos, despidiéndonos de sus papás y mamás, pensando cuánto no quiero que me llegue el día y cachándome varias veces pensando que la vida, neta, se va poniendo muy culera.

Me mandó también muchísimo trabajo. Por primera vez en mi vida, empezaron a aparecer -literalmente- proyectos, columnas, oportunidades y entre más dije que sí, más cosas salieron y más seguí diciendo que sí. Sí, contra todas mis expectativas y sí, contra todos mis miedos. Mi manera de salir adelante, de resolver cada día, fue poner un pie detrás del otro y seguir diciendo: sí.

No sé si los métodos de la vida son chistosos o crueles, pero lo que es un hecho es que por un lado te estrangula y por el otro te da todas las herramientas para sobreponerte y seguir caminando. El truco es poderlas ver y aprender a usarlas. Porque no, no se ven como pociones mágicas; no dan resultados inmediatos, ni vienen con instructivo o son fáciles de aplicar. Se ven como retos, como montañas, como imposibles. Se ven como problemas, como callejones sin salida, como enfermedades crónicas o relaciones desgastadas. Se ven como tu miedo más grande y todo lo que siempre pensaste imposible. Se ven como crisis. Se sienten como miedo. Como lo que nunca harías, lo que ni de broma se te hubiera ocurrido. Y, a veces, incluso… ni siquiera se ven.

Cuando estás en el remolino es complicado ver cualquier cosa y además es mucho más fácil cilindrarse, elegir ser la víctima del cuento, seguir encontrando excusas y no ver nada. Créanme que los entiendo. Pero también existe la opción de hacer cosas al respecto y prender la luz, se llama resiliencia. Saber que esto es lo que hay, aceptarlo y usarlo a tu favor.

Aprender a ver el lado asqueroso de la vida, asumirlo completo y, a pesar de todo, crecer.

¿Qué vas a hacer con esto?

¿Para qué te está pasando eso?

¿Qué puedes aprender de esto?

¿Qué rol vas a elegir jugar tú en todo esto?

Una vez que tienes esas respuestas, pues nada, avanzas.

La fuerza y la determinación interior son sin duda claves para sortear las tempestades, algunos las traemos bien puestas desde que nacimos, a otros les llueve seguido ¡justo para que aprendan de las tempestades!; pero eventualmente todos somos capaces de remar y encontrar el rumbo, lo único que se necesita es tener muy claro a dónde quieres llegar y hacer lo que tengas que hacer para conseguirlo.

El otro ingrediente fundamental para sobrevivir a los momentos difíciles, son los amigos.

Esos que, aunque estén en chinga, están de alguna forma todos los días: te hablan, te mensajean, te mandan amor en forma de emojis. Los que te abrazan. Los que te proponen guerras de stickers y carcajadas. Los que te invitan a comer y escuchan por horas. Los que te regalan su tiempo y te ayudan a parir otro hijo en forma de conferencia, los que te enseñan a creer en ti, los que te abren la puerta, los que siempre están para una cerveza, los que aceptan una comida exprés con 2 minutos de anticipación, los que te invitan a jugar Rummy y las risas, las que llegaron en forma de nuevos proyectos y se vuelven inmediatamente parte de tus favoritas, las de toda la vida que la ciudad no te deja ver pero sabes que siempre están, los que te alegran el día con un meme, los que están al pendiente de ti y los tuyos, los que te contactan con gente, te dan ideas, los que te ofrecen dinero, los que te invitan a Valle, los que están más jodidos que tú y, sin embargo, están y  por supuesto, los que te hacen reír y te recuerdan que burlarse de uno mismo -¡y del otro!- y reírse en las situaciones más graves, es fundamental para sobrevivir.

Lo que me hizo sobrevivir a este año fueron ustedes: mis amigos, mi hermana, mis papás. Cada uno me recordó que todo pasa, que no estaba sola, que sí podía y que siempre voy a poder. Me dieron perspectiva, y luz, y fuerza. Gracias.

Ningún año es igual a otro, no hay uno mejor o peor, todos son distintos y vienen a enseñarnos algo que teníamos que aprender. Este para mí fue, sin duda, el de más crecimiento personal, el más duro y el más sorprendente. No soy, ni de cerquita, la misma que cuando empezó y así quiero seguir siendo: siempre distinta, siempre lista para decir que sí –¡o que no, que es igual de importante!- y siempre consciente de que lo único constante en la vida es la impermanencia y que el éxito reside en saber adaptarse y ser impermanentes, nosotros también, constantemente.

La revolcada estuvo tremenda pero hoy estoy dónde tengo que estar, cómo quiero estar y con quién quiero estar lista para seguir trabajando y chambear en lo que haya que chambear.

A mi compañero de viaje, el Sponsor, necesito decirle cuánto lo admiro… no cualquier persona se para enfrente de la tormenta y se reconstruye mientras esta sigue azotando. Me quito el sombrero. Tu transformación y tu determinación ante la realidad George, me inspiran, me conmueven y me dejan muy claro cuánto nos quieres y la persona que eres. Estoy convencida de que lo peor que nos ha pasado, será lo mejor que nos haya pasado y que lo mejor está por venir… aunque seguro te voy a seguir queriendo ahorcar ;).

El 2019 nos vino a enseñar de qué estábamos hechos y a cambiarnos la vida y por ello, le estaré siempre agradecida.

Les deseo que cierren su año haciendo un balance positivo ¡incluso con lo negativo!, porque ahí, en lo asqueroso, está lo maravilloso de la vida… en aprender las lecciones.

Les deseo mucho trabajo, mucha salud y muchísimas carcajadas para sobrevivir a lo que el 2020 les depare. Les deseo que tengan la capacidad de agradecer constantemente todo lo que el nuevo año les traiga y todo lo que este les haya dejado. Y les deseo, sobretodo, amigos tan chingones como los míos que los quieran, los critiquen, los procuren y los hagan llorar de risa, o reír si lloran.

Gracias por leer, por compartir, por opinar, por sus mensajes y por hacerme sentir acompañada, ustedes también fueron un salvavidas y una gran razón para seguir caminando.

Muchas, pero muchas gracias.

¡Felices fiestas evribadi!

 

2 Comments »

  1. Ayer escuché la entrevista que te hizo Anabeat( mi nuera , por cierto), me gustó tanto que he leído todos tus posts, pienso ir a conocerte cuando estés en Monterrey, no me la pierdo!,

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