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Hasta donde yo me quedé uno elige una escuela para sus hijos con base en la que es más compatible con sus necesidades y principios. Vas, preguntas, hablas, aplicas y una vez que pagas y firmas tu contrato, el siguiente paso debería de ser, según yo: confías.

Confías en que la institución que elegiste sabe hacer su trabajo y, pensaría, que al inscribir a tu hijo estás aceptando su sistema y sus decisiones porque son las que más se asemejan a los tuyos.

Pero resulta que esto ya no necesariamente funciona así y esto, en gran parte, gracias a los famosos (y temidos) chats de los salones de la escuela.

Con todo lo que amo WA y todas las cosas que resuelvo gracias a esa maravillosa app, los chatsde las mamis me parecen el peor invento de la historia. Me cagan. Y no solo eso, estoy convencida de que lejos de resolver, generan mucho más conflicto y confusión que otra cosa.

Olvídense de los espeluznantes casos de mamás que se agarran del chongo en estos grupos, las que se ponen a platicar un tema de dos -en medio de 45-, las que lo usan para vender, las que nada les parece, las que mandan fotos de la fiesta de su hijo -a la que solo invitaron a 8 del grupo-, las que no leen nada y preguntan lo mismo que les acaban de decir y las que creen que es un chat de sus amigas y no un grupo de desconocidos cuyo único objetivo (se supone) es comunicar un dato. Y, por supuesto, los 35 gracias que la gente cree que tiene que poner c-a-d-a v-e-z que se recibe un mensaje. Maigod.

Todo eso es lo de menos.

Lo de más, es que los grupitos de las mamis nos han hecho pensar que alguien nos pidió nuestra opinión en cuanto a lo que sucede dentro de la escuela y en los salones de nuestros hijos y peor aún, que son una herramienta que nos ayuda a ser mejores papás y mamás porque podemos resolverle cualquier tema a las criaturas…

Sí.

Ahí está la mamá que no está de acuerdo porque la maestra dejó sin recreo a su pimpollo porque pobrecito (sin saber que su diablito lleva dos meses rompiéndole las pelotas a todos los compañeros y fue su manera de ponerle un alto). La que diario pide la tarea porque a su niñito “otra vez se le olvidó anotar ¡qué distraído!” (sin entender que la única razón por la que el “niñito” no anota es porque, obvio, está mucho más cómodo que su mamá ¡diario! se la consiga, y probablemente también, se la haga). La que está muy consternada porque su hijo se sintió muy mal por no ganar el concurso de no sé qué y eso no es justo, la que está furiosa con la maestra porque les puso un examen sorpresa a los niños y estuvo “demasiado difícil… qué poca” y así miles y miles de “opiniones inconformes”.

¿Cuándo nuestros papás interfirieron en nuestras escuelas?

Francamente qué barbaridad ¡¿cómo se atreven los profesores y las escuelas a poner límites, consecuencias y pretender que los logros sean reales o que alguien repruebe una materia porque no tiene ni idea de qué va…?!

¡Indignante!

Estimados padres de familia: no mamen.

La escuela es un período de la vida, fundamental en la vida de un niño, en donde lo que MENOS importa (después de aprender a leer, escribir y hacer operaciones matemáticas básicas) es la parte académica. Nadie, nunca ha sido, o no, aceptado en Harvard por su calificaciones de primaria e, incluso, las de secundaria.

La función principal de la escuela es aprender a socializar. A vivir en comunidad. A resolver. A con-vivir con los que te caen bien y ¡sobre todo con los que te caen mal! A apechugar. Adaptarte. Organizar. Administrar. Compartir. Esperar. Tolerar. Negociar. Pelear. Enmendar. Respetar. Asumir. Jugar. Trabajar y un millón de cosas más que nada tienen que ver con las materias que se enseñan.

La escuela es un ensayo para la vida en donde, sí, efectivamente, hay gente nefasta, gente súper barco, gente muy exigente y personas muy incompetentes. Cosas y situaciones divertidas, aburridas o muy injustas. Retos y proyectos que nos gustan y otros que nos chocan y nos cuestan muchísimo trabajo, problemas, soluciones, oportunidades, momentos difíciles y ratos de recreo.

Para eso y mil cosas más es para lo que sirve ir a la escuela.

Y nosotros, bajo la bandera de estar “muy involucrados con los hijos” estamos impidiendo que esto se lleve a cabo.

La buena noticia es que probablemente sus niños salgan de prepa con muy buen promedio (¿o es de ustedes?), la mala, es que estos chavos no van a tener una-sola-herramienta para resolver cualquier situación que se les presente en la vida.

Estamos pidiendo, resolviendo y haciendo las tareas de nuestros hijos. Metiéndonos en sus problemas con sus amigos (o peor todavía ¡siendo la que provoca los problemas!… true and very sad story) Organizándoles todos sus planes (incluido su viaje/peda a Europa que, obvio, se merece por todos sus esfuerzos). Pagando por que les hagan sus maquetas porque “estaba muy matado“. Dibujando sus diagramas “porque no le salió parejito“. Crucificando a cualquier profesor que ponga en duda sus capacidades o resultados y ni se diga, si pretende reprobarlo. Y lo más grave: negándonos rotundamente a aceptar que nuestro hijo pueda ser el bully, el que se robó algo, el que falta al respeto, dice mentiras o que nadie puede manejar y se le sugiere buscar apoyo externo.

Criticamos los métodos de las escuelas que ¡nosotros elegimos! Y mandamos a la hoguera a cualquier persona que se interponga, tantito, en el camino de nuestros cachorros.

Para eso somos sus papás y que no se diga que no estamos involucrados ¡faltaba más!

Ajá…

La buena, es que probablemente sus niños salgan de prepa con muy buen promedio (¿o es de ustedes?), la mala, es que estos chavos no van a tener una-sola-herramienta para resolver cualquier situación que se les presente en la vida.

Esto no es una idea loca mía. Es una realidad a la que se están enfrentando las universidades, los invito a informarse.

Los chavos están llegando a la carrera sin saber hacer tareas, reflexionar, resolver, negociar con los profesores, establecer un punto, argumentar algo o presentar un proyecto. Ya ni se diga a aceptar sus resultados. Una materia reprobada es el fin del mundo.

No tienen idea de lo que es perder ¡si ellos eran un campeón! ¿cómo pasó eso?

Vaya, hay mamás que en la universidad piden hablar con los profesores para revisar las calificaciones. Amenazan, se enojan, tratan de comprar y hacen uso de todas sus herramientas de intimidación para exigir que sus hijitos -de 23 años- aprueben su materia. Qué oso.

Me preocupa real y gravemente el impacto que esto va a tener en nuestro país (y en nuestras vidas) si seguimos por este camino.

En el afán de “ayudarlos” estamos poniendo en el mundo personas completamente DÉBILES emocional y socialmente. Queremos salvarlos de cualquier incomodidad y resolver cualquier problema en chinga -y vía WA- para poder seguir haciendo nuestras cosas y palomear ese pendiente.

Me quedo muy corta en los ejemplos y estoy segura de que ustedes también.

Mi objetivo no es burlarme, juzgar, satanizar, ni mucho menos menospreciar el trabajo que cada papá o mamá hace. Al contrario.

Pero díganme por favor ¿cuándo nuestros papás interfirieron en nuestras escuelas? Ibas, chambeabas, reprobabas, pasabas, sobrevivías, asumías… ay de nosotros si mandaban llamar a nuestros papás porque ya estaba muy cabrón. Ahora, en el mundo al revés, ¡ay de aquel profesor que pretenda llevar a cabo cualquier consecuencia que incomode tantito al alumno porque para eso estamos sus padres y de ninguna manera se lo vamos a permitir!

#TodoMal

Me preocupa real y gravemente el impacto que esto va a tener en nuestro país (y en nuestras vidas) si seguimos por este camino y si, además, lo combinamos con los permisos y situaciones inadecuadas para la edad. El alcohol. Las drogas. Las redes. El sexo y demases ingredientes ideales para fabricar una bomba atómica social.

Lo que les quiero decir es que nuestros hijos no se van a levantar un día a los 30 años siendo personas responsables, equilibradas, empáticas, resilientes y productivas.

¡No es magia!

No se levanta uno a correr un maratón el mero día. Hay que entrenar meses para conseguirlo y nosotros estamos pretendiendo formar “campeones” sin un solo día de entrenamiento, sin un calambre, sin un esfuerzo, sin una sola pared que brincar. Creemos que trazarles el camino, quitarles cualquier piedrita y echarles un chingo de porras (irreales) va a ser suficiente. ¡No! Lo que nuestros hijos necesitan es acondicionarse. Caerse. Administrarse. Esforzarse. Chillar de frustración y volver a empezar. Necesitan aprender a ganar s-o-l-o-s.

Es urgente es hacer equipo con las escuelas para educar EN CONJUNTO a nuestros hombres y mujeres del futuro, no estar armando revoluciones vía WA quejándonos de todo y sobreprotegiendo a nuestras criaturita.

El “palitos uno” de ese entrenamiento es, nada más y nada menos, la escuela.

¿Cómo van a aprender nada si no los dejamos ni conseguir la tarea cuando se les olvida, armar su plan del viernes, arreglarse con su profesor, asumir la consecuencia de no estudiar o de faltarle al respeto a alguien?

¿Cómo van a saber lo que se siente lograr algo si hacemos TODO por ellos?

No papis y mamis. Estar involucrados no es, de ninguna manera, meterse en los sistemas y decisiones de la escuela ni en los métodos y criterios de sus profesores.

Eso se llama controlar.

Involúcrense en lo que ven en la tele, con quién están chateando a las 12 de la noche, a qué fiestas van y que no se pasen la vida pegados a una pantalla. Controlen cabrón los permisos, la clave del wifi y la cantidad de dinero que les van a dar cada semana.

¡Eso sí depende de nosotros!

Lo de la manera en que la escuela hace su trabajo no nos corresponde. Lejos de eso. Inviertan su tiempo en algo más productivo. Claro que hay que estar enterados y acercarse cuando hay algo muy puntual ¡pero no abusen! ¡Esa parte no nos toca a nosotros y que felicidad, una cosa menos que hacer!

Lo que sí es urgente es hacer equipo con las escuelas para educar EN CONJUNTO a nuestros hombres y mujeres del futuro, no estar armando revoluciones vía WA quejándonos de todo y sobreprotegiendo a nuestras criaturitas sin dos gramos de objetividad.

Confiar en la institución que elegimos. Alinearnos a sus decisiones y sistemas. Apoyar para que los resultados se potencialicen y soltar los papeles que no nos corresponden. Eso es lo que tenemos que hacer… eso y saber que si de plano no estás de acuerdo con la escuela que elegiste siempre puedes buscar una mejor opción…

¡Zapatero a tus zapatos… por favor!

Valeria Stoopen Barois

L ´amargeitor

 

*Este post fue previamente publicado por el HuffingtonPost México

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